escrituras , pensamientos, y reflexiones de una mina común...

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07.12.2009 22:50

Cada hombre lleva una habitación dentro de si .Este hecho puede comprobarse hasta por medio de la audición. Cuando alguien pasa apresuradamente, y uno escucha en la quietud de la noche, se percibe, por ejemplo, el golpeteo de la vibración de un espejo que no esta bien sujeto a la pared.

                                                                                                               Franz Kafka

 

 

 

“La Cosa esta ahí, sentada frente a mi sillón Volterire, frente a esta mesa, y entrecerrando soñadoramente sus ojitos joviales y malévolos me dice con la cabeza que si, que puedo contar esta historia, empezarla por donde debo empezar y escribir....”

Así comienza  “La cosa”.[1]

Nuestro protagonista se describe como un “hombre solitario” de esos que recorre los bodegones  porteños, solo, en busca de una conversación amena.

Podríamos decir en busca de alguna compañía que de algún modo mitigue ese dolor de existir que se experimenta en ciertos momentos de extrema soledad, sensación parecida a la del desamparo.

Allí ha compartido mesa, con actores fracasados, ex-presidiarios, viejas putas, genios incomprendidos, violeteras que habían jurado ser amantes de algún ex-presidente.

Una paradoja de la soledad es que tiende a unir a la gente ,  los asiduos a estos bodegones , se miran , se sonríen ,se hacen un gesto cordial con vaso en mano y el puente esta tendido , y así uno se sienta en la mesa de otro , dispuesto a la charla.

Aquella noche, el hombre que se le acerco,  fue entrando en tema de manera gradual y algo indecisa, como siempre sucede, “por lo que entendí, dice nuestro personaje, que a aquel  hombre  lo acompañaba  desde hacia mucho tiempo, a todas partes,  un fantasma privado o  un demonio personal, que según me dijo, ahora mismo estaba sentado junto a nosotros y al que de tanto en tanto llamaba mi mono”.

No fue que el hombre estuviera loco lo que lo había sorprendido.

El hombre describió el aspecto de esa extraña compañía, en efecto, su fantasma personal  no resultaba  del todo desagradable, algo así como un chimpancé con joroba.

El hombre contó también que esta “cosa”  había pertenecido a otro, y que esa persona era quien se lo había pasado, pero que en aquel caso la forma que tenia era la de una mujer etiope.

Es así como nos enteramos que “la cosa”  toma cualquier forma , quien determina eso es su dueño, así como también la forma de desprenderse de ella ; uno es quien debe averiguar como deshacerse de ella , pasa como con su aspecto , en cada caso es distinto.

-“supongo que algunos lo llevan hasta la muerte”, decía el hombre....que parecía interesado  en hablar de ella.

A lo largo del relato , este chimpancé con joroba , se había tornado una carga demasiado pesada , para ambos , para nuestro protagonista que escuchaba y para el hombre que la padecía , hay un momento que quien la

soporta quiere deshacerse de ella, de esa cosa que acosa.

 Nuestro protagonista quiso ayudar a este “loco”, un poco por bondad, para aliviar tanta desazón y otro poco por querer finalizar la conversación que para esta altura ya llevaba varias horas.

 

Finalmente nuestro personaje concluyo:

- “tal vez pueda pasármela a mi”

-Pídamelo, exíjamelo y se lo daré, le dijo el hombre

-... y así lo hizo.

 

Dice nuestro protagonista:

“Desde esa noche ya no soy un hombre solo, la cosa esta conmigo a toda hora y me acompaña a todas partes, no habla, solo me observa.

Todavía es un mono no mayor a un chico gordo.

Todavía... pese a su joroba es agradable de mirar.

Todavía sus ojos son joviales y algo soñadores.

Pero....Tengo sin embargo la certeza de que en los últimos tiempos algo ha cambiado en el, en su forma como si derivara poco a poco hacia otra cosa, mas amenazadora, no del todo simio, pero tampoco humana”.

“...El ahora me mira , con sus ambiguos ojitos ....y me indica con la cabeza que por esta noche , ya puedo dejar de excribir , que salgamos a dar un paseo...”

 

Esta es una versión personal de un cuento de Abelardo Castillo llamado “La Cosa” , que hace algunos años leí. Recién comenzaba a formarme como analista y si había algo del Das Ding, es decir del concepto que marca aquello de lo irremediablemente  perdido,  que no comprendía, este cuento  lo descubrió, en su doble aspecto, en lo ominoso y  en aquello que es del orden de la invención.

Lo que me interesa plantear es que cada quien , mas allá de la estructuración psíquica que tengamos,  tiene un modo distinto de relacionarse con “la cosa”, podríamos decir cada quien tiene su causa, tomando la etimología de la palabra.

 Y es en función de esto que un sujeto construye.

Así como en el relato es el otro el que pasa la cosa,  es el sujeto quien arma cierta respuesta frente a ella, ya sea en forma de mujer etiope o en forma de chimpancé con joroba.

Ficción que nos permite ver la función del fantasma

Es en  1919 cuando  Freud se adentra en el terreno de lo siniestro, texto sublime, donde lo familiar termina en su contrario.

 Freud va del heimlich : hogar , intimidad ,  al unheimlich, en donde el “un” marca la negación ,por lo tanto ahí ubicara  lo no familiar , lo ajeno , lo extranjero.

Des-construcción de la palabra que termina en su inverso.

Lo siniestro, nos permitirá  formalizar algo de la a-versión, como aquello que se rechaza y que retorna  y como versión que toma el “a”  en una neurosis,  “a” que emerge como objeto privilegiado de una separación primordial., “a” como objeto que circula con cierta presencia de una  ausencia., objeto creado, que permite representar a esa nada.

Nos servimos del cuento.

Allí,  podemos ubicar lo ominoso en el instante, porque a veces es eso, solo un instante,  en que el protagonista tiene la certeza de que el chimpancé con joroba, esta cambiando de forma. Es alli donde se produce una cercanía con el Das Ding, no aparece la angustia, sino cierto horror. Donde la forma se pierde, donde la imagen se separa, va virando hacia otra cosa.

Lacan dice que uno experimenta angustia cuando se acerca al objeto , pero que  la cercanía  a esa “nada” ,  a ese  Das Ding ,  produce cierto efecto de  extrañamiento , cierta opacidad .

Momento de irrupción, de discontinuidad, donde se pierde la versión del a y se pasa a la a-versión por esa nada. Es necesario cierto rechazo, una doble negación, porque cuando se positiviza y se desprende la imagen aparece lo siniestro.

Posición ética del analista, donde lo que se intenta captar es que versión esta en juego mas allá de la estructura. Momento de suspensión de la propia a-versión del analista , detención  de aquello que el propio analista rechaza para ser pasible de lo que el sujeto ubica en el.

Entonces ¿Que lugar para el analista?

Al igual que el “protagonista” , y digo esto adrede , protagonista en el sentido de interprete , escucha y en un instante , sin pensarlo demasiado , como en el relato , invita al analizante a pasarle “su cosa” , el analista se presta a soportar , en el cuerpo, el fantasma privado o el demonio personal , como quieran pensarlo, de aquel sujeto que viene padeciéndolo.

En este entre dos , allí donde se  juega el amor , el odio , la ignorancia  , el analista paga con varias cosas , suspende algunas otras , pero siempre se presta , en su deseo , a sentarse a la mesa de  un bar, dispuesto a escuchar  , con su propia soledad , aquel imposible del sujeto.

Agalma.

Semblante de a que implica una acción analítica, siempre en relación con la opacidad de lo reprimido, la acción mas original, con lo reprimido mas original.[2].

Pero... siempre hay un pero...

Sucede que a veces, nuestros analizantes , tocan la propia a-versión o la versión propia y aparece la única resistencia posible , la nuestra.

Y aun mas....parece ser, dice Lacan, que cuanto más analizado este un analista mas se las tiene que ver con esto. ¿Cual es el problema se pregunta? Ninguno.[3]

Solo que  a lo largo del día, uno asiste a diversas ficciones, a este “mundo que se engendra por el significante , el mundo del sujeto que habla”[4],  a las escenas de distintos fantasmas algunos más o menos agradables, otros no tanto.

Y al finalizar la jornada, acompaña a su analizante, lo despide, cierra la puerta y al volverse se encuentra, allí donde uno estuvo sentado, con su propia “cosa”, que le guiña el ojo y que también le dice “salgamos a dar una vuelta”, es así como uno, paradójicamente, se da cuenta en ese momento  que tiene que irse a un bar y pedirle a otro que escuche su propio demonio privado.

  

 

 

                                                                          Gabriela Aristegui

                                                                        Jornadas Internas Efla

                                                                         12 de diciembre 2009

 

 

 

 

 

 



[1] “La Cosa” , cuento que se encuentra en el libro “El espejo que Tiembla” , editorial Seix Barral , Abelardo Castillo.

[2] Frase tomada del seminario VIII , La Transferencia ,clase XXIII , Jaques Lacan.

[3] Idea  inspirada en la segunda parte del seminario VIII De la transferencia, donde Lacan se pregunta  ¿por que el movimiento del amor o del odio estaría excluido? ¿por que descalificaría al analista en su función? , clase XIII de dicho seminario.

[4] Frase tomada del seminario X , La Angustia , clase IV , Jaques Lacan 

 

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